por Stephen Hicks
[This is a Spanish translation of “How to Tame Religious Terrorists”, originally published in English at EveryJoe and translated into Portuguese here.]
Derrotar a un enemigo, como al politizado Islam, implica una batalla en varios frentes: policial, militar, diplomático, cultural y filosófico.
Toda pelea es provocada por desacuerdos locales de corto plazo. Pero aquellos conflictos generalizados de largo plazo, son siempre provocados por el choque de principios abstractos. Al igual que con los neonazis, los comunistas revolucionarios, los ecologistas y anarquistas violentos y otros, nuestro conflicto con ellos es de origen intelectual.
El terrorismo es, ante todo, un modo de pensar: es el compromiso con una causa que incluye la disposición a matar a otros en forma indiscriminada.
Ponte en la cabeza de un terrorista. Debes aprender a no ver a otros seres humanos como individuos: Es mi grupo contra tu grupo. Debes no estar abierto a un debate racional y a una resolución pacífica: Me niego a la discusión y me comprometo con el terror y con la matanza. Debes aplastar cualquier preocupación por la justicia: Estoy dispuesto a matar indiscriminadamente. En la mayoría de los casos, debes decidir que tu propia vida en la Tierra es insignificante: Estoy dispuesto a morir por la causa.
El Islam politizado se ha extendido a muchas partes del mundo. Está bien financiado y bien organizado. Tiene varios portavoces articulados y simpatizantes. Y ha demostrado tener la voluntad y la capacidad para ejecutar ataques terroristas audaces.
¿Cómo se derrota a un enemigo con esta mentalidad?
En Occidente, lo hemos hecho anteriormente. Tuvimos nuestros fanáticos religiosos, pero pudimos domesticarlos. Podemos aprender de nuestro éxito pasado y aplicar sus lecciones a la crisis actual.
No hace mucho tiempo en la historia, el mundo cristiano estaba desgarrado por conflictos internos amargos y desagradables. Persecusiones, torturas y masacres generalizadas ocurrieron en todas partes en las que los cristianos se encontraron con disenso dentro del cristianismo o con desacuerdos fuera de él.
Esto no fue un accidente, teniendo en cuenta la doctrina cristiana. Tanto los intelectuales como los activistas, estaban actuando de acuerdo con su mejor interpretación de las Escrituras y las enseñanzas de una larga tradición de autoridad cristiana.
Considere esta lista de grandes nombres: San Agustín y Santo Tomás de Aquino, Martín Lutero y Juan Calvino. Agustín y Tomás de Aquino son los dos pensadores más importantes de la tradición católica, y Lutero y Calvino son los dos pensadores más importantes de la tradición protestante. Los cuatro, sin excepción, estaban completamente a favor de matar a aquellos que no estaban de acuerdo con ellos.
Y los cristianos podrían citar las Escrituras y las palabras de Jesús mismo: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino una espada” (Mateo 10:34). O podrían volver a contar la parábola de las diez minas, la cual Jesús termina de esta manera: “Y a aquellos enemigos míos que no quieren que yo reine sobre ellos, traedlos aquí y matarlos delante de mí” (Lucas 19:27).
El punto aquí no es si es esa la actual visión del cristianismo. El punto aquí es que esa fue la visión dominante entre los cristianos de entonces, al igual que su análogo está actualmente muy extendido entre los seguidores del Islam politizado.
Al igual que a los islámicos, a los cristianos se les enseñó fe y obediencia. Se les enseñó a buscar su identidad en algo más grande que ellos mismos. Se les enseñó a minimizar las preocupaciones terrenales, centrarse en una vida futura y honrar a los mártires. Se les enseñó que los disidentes y los no creyentes eran amenazas a la estructura de todo lo sagrado. Y así se convirtieron en participantes activos en una cultura disfuncional basada en la amenaza, en la persecución, en matar y morir.
Sí, eso es una simplificación, dado que el cristianismo se dividió en muchas sectas, algunas fanáticas y otras más moderadas. También hubo minorías judías y musulmanas en la mezcla. Y las rivalidades y los odios religiosos trabajaron junto con las rivalidades y los odios étnicos y políticos, como los Ingleses y Españoles y los Holandeses y los Italianos y los Alemanes y los Franceses que se detestaban entre sí por conflictos que se extendieron durante siglos.
Pero Occidente logró alcanzar una cultura de tolerancia, y tuvo éxito en marginar a sus enemigos religiosos y étnicos. Ahora los cristianos de diferente tipo viven y trabajan junto a ateos, judíos, hindúes y budistas. Y los ingleses y españoles se llevan bien, al igual que los italianos y los holandeses.
¿Cómo ocurrió esto? Debido a la filosofía — y a un largo período de formación cultural y debate inspirado por el humanismo reintroducido dentro de Occidente a principios del Renacimiento.
Los humanistas enseñaron — a menudo contra la perversa oposición religiosa — que la vida en la Tierra importa y que debíamos disfrutarla. Enseñaron que debíamos ser racionales, y utilizar nuestros sentidos y nuestra razón para entender al mundo y a nosotros mismos. Enseñaron, con más fuerza a medida que el Renacimiento iba avanzando, que la vida de cada individuo importa y que debíamos juzgar a las personas de acuerdo a su carácter y comportamiento individual. Enseñaron que cada persona es responsable por su propia vida.
Una larga fila de pensadores — desde Montaigne en Francia a Galileo en Italia, a Spinoza en Holanda, a Locke en Inglaterra — emprendió un debate multi-generacional que logró establecer los valores mencionados como principios fundacionales de la civilización occidental moderna.
El occidente domesticó sus fanáticos religiosos sólo porque la filosofía humanista prevaleció. Así que la lección para nosotros es que la manera de domesticar al terrorismo religioso no es a través de métodos religiosos. No necesitamos un “retorno al cristianismo original” o esperar que el Islam tenga finalmente una “Reforma”.
Para un verdadero cambio, el mundo islámico actual necesita aprender e interiorizar los principios humanistas , del mismo modo que nosotros debimos aprenderlos en su momento, y del mismo modo que necesitamos continuar sosteniéndolos con vigor en nuestra propia cultura.
Por supuesto que esta es una tarea enorme. La educación cultural es un proyecto constante y permanente que cada generación debe lograr. Nuestra generación, que está siendo puesta a prueba por un resurgimiento de la brutalidad motivada por la religión, se enfrenta a dos desafíos:
Un desafío es interno. Nosotros mismos debemos permanecer comprometidos con los principios humanistas del naturalismo, la razón, la libertad individual y la auto-responsabilidad. Debemos entenderlos, creer en ellos y actuar consecuentemente en base a ellos.
Es por eso que lo que está pasando en nuestras escuelas y universidades hoy en día es tan inquietante, ya que muchos de nuestros intelectuales y profesores están infectados con un posmodernismo ya agotado y una ideología anti-civilización. Esa filosofía del irracionalismo, de la identidad colectivizada por raza/etnia/sexo y del conflicto entre grupos, ha hecho mucho por socavar la capacidad de la nueva generación de jóvenes de pensar racionalmente, debatir constructivamente, y defender abiertamente los valores de la auto-responsabilidad, la libertad y la tolerancia.
Si no podemos defender esos valores, entonces estamos indefensos ante un islamismo que ha demostrado compromiso con sus ideales.
El otro desafío es externo. A pesar de la globalización, gran parte del mundo islámico sigue siendo “ajeno” y se encuentra parcial o totalmente cerrado a nuestros esfuerzos para influir en su desarrollo cultural. Y eso significa que tenemos que encontrar la manera de apoyar a sus pensadores y activistas liberales y humanistas. Son pocos y son valientes, y se encuentran actualmente en la posición en la que estaba, hace siglos atrás, la minoría de los pensadores humanistas occidentales: discutiendo y persuadiendo para generar el cambio cultural dentro de una cultura más amplia que todavía es intelectualmente primitiva, supersticiosa, fanática y salvaje.
Ellos merecen nuestro apoyo, dado que la supervivencia y el progreso de nuestras dos culturas dependen de él.
[Traducido al Español por María Marty, 2016.]
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