Por Stephen R.C. Hicks
[This is a Spanish translation of my article “What Entrepreneurship Can Teach Us About Life,” originally published in English by The Wall Street Journal.]
Tomar riesgos y experimentar son cosas que todos podemos hacer, y no sólo en nuestras carreras.
A menudo pensamos en los emprendedores como personas más extraordinarias que el resto. Toman grandes riesgos. Hacen sus propias reglas. Innovan y experimentan, cuestionando cosas que el resto da por sentadas.
Pareciera que los emprendedores son una raza aparte. Pero no lo son. Todos nosotros nacemos con la capacidad de asumir riesgos, pensar de manera creativa y cuestionar la forma cotidiana de hacer las cosas. Y aunque esto pueda sonar sensiblero, todos haríamos bien en aprovechar estos rasgos en nuestras vidas y nuestras carreras, ya sea si trabajamos para nosotros mismos o no.
¿Qué significa esto? En todos los aspectos de nuestras vidas, es fácil quedar atrapado en la rutina a menos que pensemos creativamente y tomemos algunos riesgos. Sin imaginación, por ejemplo, la vida familiar puede parecer confinada y limitada. Pero, si aplicamos un poco de chispa emprendedora, puede convertirse en una aventura en la que estamos comprometidos con el desarrollo de cada miembro de la familia. Actividades de ocio — artes, deportes, viajes — pueden ser mecánicas y rutinarias si las encaramos siempre en la forma habitual. O podemos experimentar y probar cosas nuevas y así acercamos a ellas con un entusiasmo renovado.
Claro, todo el mundo sabe en algún nivel que es bueno probar cosas nuevas y mirar al mundo desde una nueva perspectiva. Pero no solemos vivir de esa manera. Por eso es importante recordar de vez en cuando que tenemos mucho que ganar al asumir ese reto.
Ahí, desde el principio
Es útil recordar que todo esto una vez fue algo natural para nosotros.
Piensa en una niña de tres años de edad, luchando con un proyecto. Un adulto bien intencionado trata de ayudarla, pero la niña rechaza rotundamente la ayuda diciendo: “¡Yo lo hago!” Ella se adueña del proyecto y está absorta en él. Su satisfacción la hace superar los desafíos.
Por supuesto que cuando ya somos adultos, la vida se ha vuelto complicada y, a veces, nos encontramos atascados. Todos conocemos las rutinas laborales con las cuales no logramos engancharnos. Lo mismo ocurre con las rutinas en cualquier área de nuestras vidas.
Esto es exactamente porqué una visión emprendedora en la vida es esencial. Siempre podemos preguntar “¿Por qué?” en cualquier aspecto de nuestras vidas. Podemos imaginar alternativas, experimentar y comprometernos a encontrar el mejor nuevo camino.
Los principios emprendedores — se trate de un niño en crecimiento o de un adulto comprometido con su desarrollo personal — son los mismos. Comencemos, por ejemplo, con la diferencia entre iniciar un negocio y trabajar para otra persona. El emprendedor es propietario del negocio y se siente responsable por definir su propósito y estrategia. Los empleados entran en una empresa preexistente y siguen su curso. Mientras trabajar para otra persona puede ser una muy buena opción de carrera, transformarme en un empleado con respecto a mi propia vida, no lo es. Mi vida es mi proyecto para iniciar y mantener, y no puedo seguir el guión de otra persona para ello.
Los niños captan este punto cuando dicen, “Tú no eres mi jefe!” Con razón o sin ella en cada circunstancia particular, los niños que dicen esto están afirmando la actitud emprendedora básica en sus vidas: les pertenece y están a cargo de ellas. Autoridades bien intencionadas — padres, maestros y hermanos mayores — pueden, a veces, traspasar ese límite y entonces recibir un firme empujón por parte de ellos. Como adultos, recordarnos a nosotros mismos que somos nuestros propios jefes, puede también ser una muy útil medida auto-correctiva.
Nuestra actitud hacia las normas es un aspecto estrechamente relacionado con la mentalidad emprendedora. Los emprendedores son fabricantes de normas y, a menudo, rompedores de normas. Aquí, los juegos son una buena metáfora para la vida. Los niños aprenden que un juego como el baloncesto tiene reglas oficiales. Pero esos mismos niños, en el campo de juego, son infinitamente creativos al hacer o modificar las reglas –baloncesto a caballo, en equipos de dos, y así sucesivamente — y descubren que es muy divertido experimentar.
O cuando eramos escritores muy jóvenes, nuestros maestros podían ponernos una regla: cada párrafo debe tener cinco oraciones. Pero a medida que crecemos como escritores, llegamos a comprender que dichas normas tienen determinados propósitos, y que a menudo son rompibles. Como escritores maduros, seleccionamos sólo aquellas reglas que nos ayudan a lograr nuestros propósitos, e ignoramos el resto.
Lo mismo ocurre en el juego de la vida. Es importante cultivar nuestra capacidad de razonar acerca de las reglas y suposiciones básicas: ¿Cuáles se pueden cambiar? ¿Cuáles podrían o deberían romperse? Como experimento personal, inventa una variación en el baloncesto o en cualquier otro deporte. Si juegas a las cartas el fin de semana, cambia una regla y fijate qué pasa.
Los niños también tienden a tomar decisiones en lugar de pedir permiso. Pasan tiempo haciendo cosas a su manera, y eso es lo que los absorbe y los ayuda a aprender a ser perseverantes. Del mismo modo, los emprendedores hacen juicios y actúan acorde a éstos. Siempre existe el riesgo de un mal juicio y de fracasar, pero su regla de oro es tomar decisiones y, de ser necesario, pedir perdón y reparar los errores luego.
Miedos y Reticencias
Entonces, ¿qué nos impide a tantos de nosotros conservar ese modo emprendedor básico con el que comenzamos de niños?
A veces es el temor de hacer una auto-inversión. Se necesita energía para hacer algo por uno mismo, y no sólo seguir la corriente que otros imponen. Sin embargo, sabemos por nuestras relaciones importantes — amistad, matrimonio, paternidad — que sólo cosechamos lo que sembramos. No hay garantías, pero la chispa emprendedora y la voluntad deben estar allí.
O, a veces, es miedo al fracaso y a la desaprobación. Sin embargo, sabemos que una vida segura e indecisa nos convierte en autómatas. Y todos queremos estar con personas realmente involucradas en lo que hacen.
Quizás estamos estancados por la sensación de que es demasiado tarde para cambiar. Pero Ray Kroc tenía más de 50 años cuando estableció McDonald’s. Abraham Maslow tenía casi 60 años cuando tuvo un ataque al corazón, y luego escribió, de manera conmovedora, sobre cómo de pronto se dio cuenta de lo libre que era para dedicarse a lo que realmente le importaba en la vida.
Ahora, esto no significa dar vuelta tu vida de pies a cabeza. Esto no significa desechar tus formas tradicionales de hacer las cosas importantes y acudir a métodos completamente nuevos. Significa hacer pequeños experimentos con las rutinas diarias, pequeñas cosas que a menudo pensamos que están escritas en piedra, pero que se pueden cambiar con sólo un poco de esfuerzo y experimentación — y que nos permita sentir que realmente somos dueños de nuestras vidas.
Practica hacer algo arriesgado cada día. Visita un nuevo restaurant y come algo diferente o extraño. Toma una clase de baile y luego una clase de dibujo y luego una lección de kayak. Usa un par de pantalones color amarillo brillante. Haz algo diferente cada día y convierte esto en un hábito.
Intenta conocer algunos emprendedores — viajeros, personas con gustos musicales inusuales, personas que juegan a “dígalo con mímica” y puedan reírse de sus intentos fallidos. Habla con niños y trata de responder a sus preguntas poco convencionales.
“Podemos cuestionar cualquier aspecto de nuestra vida, e imaginar alternativas.”
Con tu familia, intenta un nuevo juego de mesa, o, cuando tus hijos revoleen sus ojos por esta sugerencia pasada de moda, prueba jugar con ellos un video juego. Preparen una comida festiva todos juntos, con cada miembro de la familia responsable de un plato diferente. Escucha la música de tus hijos. Di que sí a casi cualquier nueva idea que tu cónyuge sugiera.
Algunas opciones de ocio, como los viajes, pueden ser costosas. Pero puedes pretender ser un extraño en tu propia ciudad y visitar las atracciones que los turistas suelen recorrer (pero que los locales nunca llegan a explorar). Encuentra una nueva cada mes. O prueba uno de las muchos cursos que algunas escuelas y organizaciones ofrecen, sólo por diversión.
Y rompe al menos una regla cada día.
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El Dr. Hicks es profesor en el departamento de filosofía y director ejecutivo del Center for Ethics and Entrepreneurship de la Universidad de Rockford, Illinois. Él puede ser contactado en: reports@wsj.com. Traducido al Español por María Marty, 2016. “Qué nos pueden enseñar los emprendimientos acerca de la vida” en PDF.
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