[This is a Spanish translation of my “Sex with Robots? The Ethics”, first published in English at EveryJoe.]
Se está viniendo una nueva generación de robots sexuales, y las bromas ya han comenzado.
“Yo no necesito uno…” — dice una mujer casada — “mi marido ya es suficientemente robótico en la cama.” Ja ja.
“Seguro…” — responde el marido — “pero deberías ver a mi mujer en ‘inacción’.” (No gracias — pienso para mí mismo).
La próxima generación de robots sexuales promete superar las debilidades de las actuales muñecas sexuales. Las muñecas no simulan bien las sensaciones físicas del sexo y tampoco pueden simular las características psicológicas del sexo. Nuevos materiales de ingeniería y la robótica han logrado acercar las experiencias físicas a la realidad, y la inteligencia artificial ha capacitado a los robots para responder verbalmente y no verbalmente en forma más realista. Tal vez los robots pronto serán capaces de pasar los Test de Turing de sexo y romance.
¿Cuáles son los grandes temores? Ya ha habido llamadas automáticas para prohibir los robots sexuales, pero vamos a dejar de lado la política para centrarnos en la ética: ¿Es el sexo con robots algo bueno o algo malo?
El contraste clave es en relación al sexo con un ser humano, pero el sexo con robots es parte de una serie de prácticas sexuales que comienzan con la masturbación. Así que repasemos esta serie y veamos si podemos identificar un punto de preocupación.
- Masturbación en solitario.
- Añadimos fantasías de una pareja.
- Añadimos imágenes de una persona atractiva.
- Añadimos videos de una persona atractiva.
Hasta aquí, estamos añadiendo elementos psicológicos cada vez más realistas a la experiencia sexual en solitario. Pasamos de fantasías a imágenes fijas a imágenes en movimiento.
Ahora agreguemos elementos físicos a lo largo de la serie:
- Masturbación usando un juguete sexual.
- Una muñeca sustituye al juguete.
- Un robot de nueva generación sustituye a la muñeca.
- Una prostituta sustituye al robot.
Ahora estamos aumentando el realismo tanto de la simulación física como psicológica.
Desde la perspectiva del consumidor, ¿hay mucha diferencia entre un robot sexual bien hecho y una prostituta? Las sensaciones físicas son posiblemente similares, al igual que los elementos psicológicos: el robot puede ser programado por la inteligencia artificial, del mismo modo que la prostituta puede ser programada por incentivos económicos — por así decirlo — para decir al consumidor:
Eres tan viril.
Eres la persona más bella del mundo.
Me encanta cuando me tocas así.
Ven aquí, traviesa/o, necesitas un azote en las nalgas.
Así que las objeciones a los robots sexuales, cualesquiera que sean, deberían ser similares a las objeciones a la prostitución, al igual que los argumentos a favor de los robots sexuales y la prostitución.
Algunas diferencias sí hacen una diferencia. A la larga, un robot es probablemente menos costoso que frecuentar prostitutas, así que podemos esperar que los trabajadores sexuales objeten los robots por razones económicas -los robots ofrecen una competencia que socava los medios de vida de las prostitutas. Y los robots son más seguros, ya que son menos propensos a transmitir enfermedades sexuales o traer consigo los peligros físicos de las zonas rojas — por lo que podemos esperar que los funcionarios de salud pública incentiven la producción de robots.
Pero son los aspectos intensamente personales del sexo los que los robots destacan más. Podría su disponibilidad disminuir la intimidad de las parejas, si uno o ambos cónyuges tienen sexo con robots en lugar de uno con el otro? ¿Podrían causar que las personas menos comprometidas no busquen relacionarse en absoluto, al conseguir un cierto grado de satisfacción sexual de los robots?
Lo que nos lleva a la cuestión ética fundamental: ¿Qué es lo que realmente queremos del sexo?
En su mejor expresión, el sexo es una experiencia intensamente física y psicológica — y lo físico y lo psicológico están estrechamente ligados. Tú deseas tener ciertas sensaciones, pensamientos y emociones con otra persona, y deseas que esa persona simultáneamente tenga sensaciones, pensamientos y emociones similares contigo.
La reciprocidad del sexo en su mejor expresión explica porqué algunas desviaciones de ella son tan perturbadoras. Si tu pareja sólo se encuentra allí, desinteresada, o finge el orgasmo, o fantasea con otra persona, entonces tú sabes que una parte importante de la experiencia está faltando.
El deseo de reciprocidad también explica el núcleo de la insatisfacción con la prostitución y con los robots: pueden proporcionar sensaciones físicas auténticas, pero sólo experiencias psicológicas simuladas.
Por supuesto, tenemos una poderosa capacidad de suspender la incredulidad — por ejemplo, con los libros o películas que nos atrapan. Sabemos que son simulaciones, pero, sin embargo, nos pueden arrastrar a su realidad virtual por un tiempo y proporcionarnos una experiencia satisfactoria.
Entonces ¿por qué no con los robots sexuales? Podemos comparar el sexo real en su mejor expresión con el sexo con robots en su mejor expresión — y realmente no hay comparación. Pero también deberíamos comparar a los robots con el sexo como a menudo es en la realidad. Y al igual que el buen sexo sigue siendo bueno, quizás el sexo con robots también pueda ser una buena segunda opción.
Consideremos a aquellos en estas situaciones:
* Aquellos que tienen deformidades físicas graves que hace que sea difícil para los demás considerarlos como parejas sexuales.
* Aquellos que han quedado viudos y que aún no están listos para buscar otro compañero de vida.
* Aquellos con problemas psicológicos relacionados con la intimidad y para quienes el sexo con robots podría ser una forma de terapia (como se explora en la película Lars and the Real Girl en forma divertida y sensible).
* Aquellos con enfermedades de transmisión sexual altamente contagiosas.
* Aquellos que tienen fantasías sexuales destructivas que están tratando de controlar y que podrían encontrar una forma de catarsis con un robot.
* Aquellos que sólo quieren tener sexo y cuya estrategia habitual es pretender estar interesado en alguien con el fin de conseguir sexo, pero luego de usarlos se olvidan de ellos.
* Las parejas que tienen fantasías ocasionales de introducir una tercera persona en su vida sexual, pero temen el daño que los celos podrían causar en su relación.
Pero mientras que los robots sexuales podrían ser beneficiosos en tales circunstancias, también es cierto que los robots podrían tentar a muchos a no buscar el mejor sexo cuando, en realidad, es posible para ellos.
Todos tenemos dudas sobre nosotros mismos: Mis diversas partes son demasiado grandes o demasiado pequeñas o demasiado firmes o demasiado flojas. O: Yo podría ser rechazado, y eso lastimaría mis sentimientos. ¿Por qué entonces no jugar prudentemente e ir por lo seguro con un robot?
Y también todos tenemos el potencial para la pereza: las relaciones consumen tanto tiempo y esfuerzo. ¿Por qué no conformarse entonces con la opción sexual más fácil?
O podríamos estar a gusto con nosotros mismos y querer hacer el esfuerzo pero tener miedo de que nuestra pareja prefiera el sexo virtual. ¿Puedo competir con un espécimen físicamente perfecto?
Pero estas preocupaciones son tan antiguas como lo son el hombre y la mujer. Cada generación tiene sus dudas, temores y preocupaciones. El desarrollo de robots no cambia esa dinámica, excepto para hacer evidente lo que realmente queremos y necesitamos del sexo, y para darnos a todos más opciones.
La verdadera intimidad sigue siendo tan valiosa como siempre lo ha sido, y todos queremos lo real — una respuesta que muestre aprecio por lo que realmente somos y que nos permita apreciar quien realmente es nuestra pareja. Ningún robot puede reemplazar lo que sólo uno puede ofrecer, que es uno siendo uno mismo. Y ningún robot puede reemplazar lo que otra persona te puede dar, que es intimidad genuina con su modo único de ser.
Y para aquellos para quienes la verdadera intimidad no es actualmente una opción, ¿por qué no tener robots disponibles que puedan ofrecer otros valores relacionados con el sexo?
[Traducido al Español por María Marty, 2016. Original article in English. Mis otras publicaciones en Español.]