Quince argumentos para el Capitalismo Liberal:
Este post va a formar parte de una serie de argumentos del libro Liberalism: Pro & Con de Stephen Hicks en español.
Pueden encontrar todos los argumentos que serán publicados en orden en el siguiente link: Liberalism: Pro & Con en español.
Argumento 3: La gente trabaja más inteligentemente bajo el capitalismo liberal.
Un argumento complementario es que bajo el capitalismo liberal no solo las personas trabajan más duro, sino que también trabajan de manera más inteligente. El bien más importante en una economía es el conocimiento, y el capitalismo liberal hace el mejor uso del conocimiento que hay disponible en una sociedad. En una sociedad, el conocimiento está disperso entre las mentes de sus individuos ––– miles, millones o billones de individuos conocen incontables cosas. El capitalismo liberal le permite a esos individuos a actuar bajo su propio conocimiento, en vez de tener que seguir órdenes o esperar permiso. Y el capitalismo desarrolla instituciones ––– como los libre mercados con su sistema de precios de oferta y demanda ––– que permite a esos individuos movilizarse y coordinar sus conocimientos de una manera mejor que en cualquier otra sociedad
Contrastemos una monarquía, por ejemplo. Supongamos que tenemos un rey tratando de organizar y manejar toda una economía. Puede que el rey trabaje muy duro y sea muy inteligente. (Sin embargo, ¿Cuántos reyes poseen ambos rasgos?[i]) No obstante, hay un límite en cuanto a lo que una persona puede saber, y el rey necesariamente solo puede tomar decisiones crudas y descendentes de manera centralizada. ¿Cuánto maíz debe ser cultivado? ¿Cuántos soldados deben ser reclutados? ¿Cuántos conciertos musicales organizados? ¿Cuál debería ser el precio de la ropa? Y así sucesivamente, para miles de otros asuntos económicos. Hay un límite severo con respecto a cuánto puede saber un rey sobre estos asuntos y, consecuentemente, hay un límite severo a qué tan productiva puede ser una monarquía.
Considere una junta de planificación socialista, como otro ejemplo. El comité de planificación central socialista puede estar hecho de diez o veinte individuos bien intencionados e inteligentes que toman decisiones en conjunto para una economía en su conjunto. Sin embargo, hay un límite para cuánto si quiera diez o veinte personas pueden saber, y hay un límite a la cantidad y calidad de las decisiones que puedan tomar para la sociedad en su conjunto. Si a cada decisión importante se le asigna, digamos, una hora de investigación y pensamiento, entonces solo una docena de decisiones importantes se pueden tomar en un día. ¿Cuántas otras decisiones importantes y semi importantes simplemente no se tomarán? ¿Y cuántas de las decisiones reales serán las mejores, dado que se tomaron después de sólo una hora de deliberación?
Por el contrario, el capitalismo se caracteriza por la toma de decisiones descentralizada. El capitalismo liberal permite a cada individuo a pensar y actuar como el o ella lo juzga mejor. E una sociedad de millones de individuos, hay millones que son libres de tomar sus propias decisiones en su propia vida. Es mucho más probable que cada uno de esos tomadores de decisiones sepa mejor sus necesidades y circunstancias que un rey o un comité de planificación central. Entonces, los individuos libres están mejor posicionados para decidir qué es lo que necesitan hacer y decidir que relaciones con otras personas funcionarán mejor para satisfacer sus necesidades.
Es decir, los sistemas libres y descentralizados utilizan mejor el conocimiento disponible en la sociedad. Millones de personas saben más de lo que solo algunas, y el conocimiento local de cada uno de esos millones es por lo general más preciso. Así que la libertad del capitalismo liberal permite a los individuos a actuar en base al conocimiento sobre qué es necesario para su particular circunstancia de una manera más productiva que cualquier otro sistema.[ii]
Si escalamos eso hasta el sistema de oferta y demanda y el sistema de precios en general, en el capitalismo liberal podemos coordinar impersonalmente el conocimiento de millones de personas en todo el mundo y hacerlo de una manera mucho más eficiente que cualquier otro tipo de sistema.
El mejor uso del conocimiento se extiende a los mercados más impersonales que desarrolla el liberalismo. En los mercados bursátiles, de materias primas y financieros, los precios capturan información sobre lo que cada individuo, desde su situación particular, está dispuesto a vender o comprar. Esos precios de oferta y demanda envían señales a otras personas en todo el mundo, permitiéndoles decidir mejor cómo utilizar los recursos disponibles para ellos. Si hay una mayor necesidad de hierro en Brasil que en Finlandia, por ejemplo, entonces eso será comunicado por la disposición de los brasileños a pagar más por el hierro. Si hay una mayor oferta de hierro disponible en Canadá que en Japón, eso se reflejará en la disposición de los canadienses a vender su hierro por menos. Los precios prevalecientes harán que canadienses y brasileños sean más propensos a comprar y vender hierro entre sí, y ese será el resultado más óptimo. El sistema de precios coordina así de manera eficiente la toma de decisiones de todos los participantes.[iii]
Entonces, los sistemas capitalistas funcionan de manera más inteligente y, como resultado de trabajar más inteligentemente, serán más prósperos.
[i] J. S. Mill: “Desde que la vida europea asumió un aspecto estable, cualquier cosa por encima de la mediocridad en un rey hereditario se ha vuelto extremadamente raro, mientras que el nivel general ha estado incluso por debajo de la mediocridad, tanto en talento como en vigor de carácter”. (“Of the Infirmities and Dangers to which Representative Government is Liable”, 1861, Capítulo 6 de Essays on Politics and Society, editado por J. M. Robson, University of Toronto Press, 1977, p. 437.)
[ii] Friedrich Hayek dice esto sobre la base epistémica de la posición liberal individualista: “Simplemente parte del hecho indiscutible de que los límites de nuestro poder de imaginación hacen imposible incluir en nuestra escala de valores más que un sector de las necesidades de nuestra sociedad en conjunto, y que, estrictamente hablando, las escalas de valores sólo pueden existir en las mentes individuales, sólo existen escalas de valores parciales, escalas que son inevitablemente diferentes y, a menudo, incompatibles entre sí. De esto, el individualista concluye que a los individuos se les debe permitir, dentro de límites definidos, seguir sus propios valores y preferencias en lugar de los de otros; que dentro de estas esferas el sistema de fines del individuo debe ser supremo y no estar sujeto a ningún dictado de otros. Es este reconocimiento del individuo como el juez último de sus propios fines, la creencia de que, en la medida de lo posible, sus propios puntos de vista deben regir sus acciones, lo que forma la esencia de la posición individualista “. Véase The Road to Serfdom, 1944, pág. 59.
[iii] Una versión temprana de este punto son las identificaciones de Adam Smith de la división del trabajo en especialidades y la coordinación de ese trabajo especializado por la “mano invisible” del mercado. “Las mayores mejoras en los poderes productivos del trabajo, y la mayor parte de la habilidad, destreza y juicio con que se dirige o aplica, parecen haber sido los efectos de la división del trabajo”. Véase Wealth of Nations, I.1. La línea coordinada de la mano invisible aparece en Wealth of Nations, IV.2.
Hayek explica la metáfora de Smith de la mano invisible, en parte, en términos del sistema de precios como un mecanismo de señalización que permite a los participantes del mercado saber mejor cómo usar los recursos: “El sistema de precios es solo una de esas formaciones que el hombre ha aprendido a usar (aunque todavía está muy lejos de haber aprendido a hacer el mejor uso de él) después de haberlo tropezado sin comprenderlo. A través de ella, no solo se ha hecho posible una división del trabajo, sino también una utilización coordinada de los recursos basada en un conocimiento igualmente dividido “. Véase “The Use of Knowledge in Society,” American Economic Review, 1945, vol. XXXV, núm. 4, págs. 519-530.
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